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jueves, 31 de agosto de 2017

HERMANFRODITAS CON 32 CEREBROS Y 9 PARES DE TESTÍCULOS

Estas criaturas han estado relacionadas a nuestra salud durante milenios.

Son unos gusanos húmedos, pegajosos y chupasangre que a lo largo de la historia
de la humanidad han sido temidos, odiados y amados por nosotros.

Y aunque nos quisiéramoss deshacer de ellas, hay un problema: no importa cuánto
hemos avanzado tecnológicamente, no hay nada que las reemplace.

Las sanguijuelas son hermafroditas con 32 cerebros, nueve pares de testículos y
una mandíbula con tres hileras de 100 dientes cada una.

Pero estas repulsivas criaturas han sido y son esenciales para la medicina.

En el laboratorio BioPharm de Gales, Reino Unido, las crían de a decenas de
miles para hospitales de todas partes del mundo.
Las sanguijuelas vuelven a la carga en la medicina

Allí, las dejan sin comer durante seis a nueve meses para que, cuando les toque
trabajar (o quizás es más correcto decir succionar) en un paciente, no lo
piensen dos veces.

Este gusano resbaladizo es una herramienta fundamental para la cirugía
reconstructiva del siglo XXI.

Los cuatro humores:

La fama de las sanguijuelas viene de tiempos ancestrales.

Las sanguijuelas llegaron a ser la panacea para todos los males.

"Uno de los aspectos interesantes sobre las sanguijuelas es que aparecen de
forma consistente a lo largo de la historia de la humanidad y en todas las
culturas humanas", le dice al programa de radio de la BBC Natural Histories, el
profesor de humanidades e historia de la medicina de la universidad de
Manchester, Robert Kirk.

Los babilonios se referían a ellas como las hijas de la diosa de la medicina;
aunque también eran considerados peligrosas criaturas capaces de dejar seco a
cualquiera.

"En esta cultura ancestral, las sanguijuelas representaban tanto una amenaza
para la salud como una herramienta para curar", agrega.

Y esta visión es bastante consistente a lo largo del tiempo, puesto que estas
criaturas han sido usadas desde los egipcios, griegos y romanos, en China, India
y Europa Occidental, hasta nuestros tiempos.

Hubo un tiempo en que las sanguijuelas eran muy caras, pues eran la respuesta
para cualquier malestar.

Los médicos creían en la teoría de los cuatro humores: sangre, flema, bilis
amarilla y negra.

La hipótesis era que al drenar parte de la sangre de alguna manera se podía
restaurar el balance del cuerpo y curar virtualmente cualquier enfermedad.

De alquiler:

"En el siglo XIX su popularidad alcanzó su mayor apogeo", cuenta Christopher
Frayling, profesor emérito de historia cultural del Royal College of Art de
Londres.

"Entre 1825 y 1850 las sanguijuelas se usaban para absolutamente todo. En ese
entonces podías ir a una farmacia local y alquilar una sanguijuela -algo que hoy
en día nos parece una idea completamente asquerosa", agrega.

Las sanguijuelas siguen siendo irremplazables para algunas áreas de la medicina.

"Ahora sabemos que sólo se puede usar en un paciente y después hay que
destruirlas, porque de lo contrario sería como utilizar una jeringuilla sucia",
dice por su parte Bethany Sawyer, gerente general de laboratorios Biopharm.

Pero entonces no era un concepto que se tuviera, y las personas acudían a las
farmacias, pagaban una gran cantidad de dinero y se llevaban uno de estos
animalitos para usarlo en la comodidad del hogar.

La sanguijuela debía ser colocada con mucho cuidado; y si las ponías cerca de
algún orificio -como la nariz o los oídos- podía meterse dentro del cuerpo y
causar problemas.

Hay que colocarlas con mucho cuidado, no vaya a ser que terminen en el lugar
equivocado.

"Para evitar que se metieran dentro del cuerpo, los cirujanos solían coser un
hilo al animal", señala Faryling.

Una técnica que también se usaba si había que tratar un dolor de muelas o una
infección de oídos.

En la cúspide de la revolución industrial británica, durante la llamada Era
Victoriana, se utilizaron 42 millones de sanguijuelas para desangres médicos.

Era un mercado valorado en unos US$1,5 millones al año, muchísimo a los precios
del siglo XIX.

El niño de 5 años que la revivió:

La práctica se diluyó a principios del siglo pasado, debido a que las
sanguijuelas estuvieron a punto de extinguirse y los beneficios de que se usaran
para fines médicos fueron cuestionados y la medicina científica empezó a
encontrar las causas de las enfermedades.

Ahora, el uso de estas criaturas -si bien no es comparable a su época de oro-
puede resultar un negocio rentable.

Una vez que se usa en un paciente, hay que eliminarla, como con las
inyectadoras.

Las 60.000 sanguijuelas que ofrece al año a hospitales de toda Europa hacen de
Biopharm Leech, en la ciudad de Swansea, en Gales, uno de los mayores
proveedores de este rubro medicinal.

Según Sawyer, la empresa despegó después de que en 1985 el caso de un niño que
casi pierde una oreja diera la vuelta al mundo.

"Tenía 5 años y el perro de su abuela le había arrancado la oreja", cuenta.

Al tratarse de un niño pequeño, los cirujanos tenían dificultades para que las
venas se unieran, y el responsable de la intervención había trabajado en Vietnam
donde utilizaban sanguijuelas, y como última opción decidió utilizar estos
animales.

"En una semana o diez días usaron unas 2.000 sanguijuelas", agrega la gerente.
El niño se salvó, y la empresa despuntó.

Lo cierto es que, incluso hoy, no hay ninguna herramienta que trabaje tan eficaz
como estas criaturas para evitar que la sangre se atasque en las zonas
implantadas, reduzca la presión sobre las venas y permita formar nuevas
conexiones sanguíneas.

Lo que la razón tege, la pasión lo deshace.

Alexander Pope.

jueves, 10 de agosto de 2017

ENTRE EL 30% Y EL 50% DE LA POBLACIÓN SUFRE HALITOSIS

La halitosis es un problema que sufre entre el 30 y el 50 por ciento de la población y ésta se produce principalmente después de dormir, porque al mantener en reposo los dientes y demás estructuras bucales, disminuye la producción de saliva, según ha explicado el odontólogo Iván Malagón. "Dicha sequedad bucal, junto al estancamiento de alimentos, sufre un proceso de putrefacción y aumenta el PH de la boca y el crecimiento de ciertas bacterias", ha subrayado Malagón. Añade que estas bacterias "son capaces de descomponer alimentos proteicos o grasos, así como las propias células y la sangre de la boca, produciendo compuestos derivados del azufre que son volátiles y que confieren el desagradable mal olor al aliento: sulfuro de hidrógeno y mercaptano de metilo". PRINCIPAL INHIBIDOR FÍSICO DE LA LIBIDO: El 29 por ciento de las mujeres considera el mal aliento o halitosis como el principal inhibidor físico de la libido y le siguen la falta de erección, con el 16 por ciento, y la eyaculación precoz, con el 12 por ciento, según un estudio realizado por la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). Para solucionar este problema, el doctor Malagón ha propuesto una serie de consejos, que van desde la propia higiene bucal, como reemplazar el cepillo dental cada tres meses (pues una gran cantidad de bacterias pueden vivir en él) o visitar al dentista para una limpieza bucal cada seis meses; hasta la alimentación, como evitar ciertos tipos de comida como la carne, el azúcar, las grasas y los picantes, tomar productos lácteos, pues ayudan a eliminar el mal aliento, beber de 2 a 3 litros de agua al día, o mascar perejil, infusiones de hojas de menta y comer manzana, ya que ayuda a mantener la boca fresca. Igualmente, masticar chicle sin azúcar también es bueno para evitar el mal aliento, pues éste estimula la producción de saliva y si el flujo de saliva disminuye, o si respiramos continuamente por la boca, se puede provocar halitosis. Además, enfermedades como la sinusitis, las alergias o la gingivitis, pueden producir la aparición de bacterias que provocan el mal olor, según ha indicado Malagón.

lunes, 7 de agosto de 2017

ENIGMAS. LA MÁQUINA DE ANTIKITERA

¿Para qué sirvió la máquina de Antikitera? Aquel o aquellos que la poseyeron podían conocer gracias a este mecanismo insólito los desplazamientos del Sol y la Luna a lo largo del año. Del mismo modo, servía para localizar a Venus y Marte, además de otros astros, en la bóveda celeste, y para averiguar dónde se iban a encontrar en el futuro. Era un complejo almanaque astronómico para el cual se dispuso de conocimientos científicos de la más absoluta vanguardia. Ciertamente, a partir de Galileo la observación del cielo se convirtió en una ciencia de precisión. Pero en este caso había un problema de primer orden: la máquina fue fabricada cientos de años antes de que naciera el genial astrónomo y hereje. Cómo podía haber dispuesto de tales conocimientos sigue siendo un enigma monstruoso para el que aún no tenemos respuesta. Esta singular pieza, que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Atenas, fue rescatada del fondo del mar Egeo allá por el año 1900. Se encontraba en el interior de una galera del año 80 a. C. junto a ánforas, jarrones, estatuas de mármol. En un principio, lógicamente, nadie reparó en una pieza cuyo valor material era aparentemente nulo. Sin embargo, medio siglo después, el ilustre arqueólogo Dereck de Solía Price decidió investigar aquel objeto del que nadie quería saber nada. Tras limpiarlo descubrió algo insólito. Esa piedra escondía una rueda central dentada de doscientas cuarenta secciones que se acoplaba con enorme precisión a otras cuarenta ruedas también dentadas. Encontró, además, que toda la pieza estaba formada por un solo bloque. Para ello -sobra decirlo- los hombres de la época tuvieron que haber dispuesto de una tecnología muy desarrollada. No hablamos, por supuesto, de que dispusieran de una técnica propia de la era espacial, pero sí de unos conocimientos muy superiores a los que se atribuyen tradicionalmente a los hombres que vivieron en la misma época de Jesucristo. Para que la astronomía alcanzara el nivel de conocimientos astronómicos que muestra la máquina de Antikitera, tuvieron que ser necesarios mil quinientos años y muchas toneladas de piras inquisitoriales para asar vivos a aquellos hombres de ciencia que intentaron explicar cómo se movían las estrellas en el firmamento. Pero hubo alguien que, hace dos mil cien años, ya sabía todo eso. Por prudencia, quizá, sólo se atrevió a reflejarlo en este sorprendente reloj astronómico que incluso mereció un hueco en una de las revistas científicas aceptadas como tales, Scientific American. En sus páginas pudo leerse que este hallazgo «nos obliga a revisar nuestros conocimientos sobre la historia de la ciencia». Por desgracia, los lectores, la mayor parte de ellos científicos, no hicieron mucho caso y siguen cerrando sus ojos ante el desafío que supone este artefacto tan singular.