50.000.-Visitantes

Bienvenidos a Toda la Información.

viernes, 8 de marzo de 2019

PIRÁMIDES ¿TEMPLOS O TUMBAS?

1837. El coronel británico Richard Howard Vyse, ayudado por su colaborador Perring, encontró en la cámara funeraria de la pirámide de Menkaure (Micerinos), excavada en la propia roca a unos seis metros bajo el suelo, un enorme sarcófago de basalto con inscripciones y sin su tapa, cuyo peso era de unas tres toneladas. En su interior no había ninguna momia, pero sí un par de sorpresas: la tapa de otro sarcófago de madera antropomorfa y ¡unos restos humanos!

Aparentemente, correspondían a destrozos de la momia real. Eran huesos y unas pocas tiras de lino con los que la momia habría sido envuelta para el enterramiento. En otra cámara superior de la pirámide descubren algunas piezas de basalto que corresponden a la tapa del sarcófago anterior, algo insólito, pues no hay respuesta a por qué una tapa de un peso extraordinario habría sido llevada hasta allí arriba.

Hasta aquí podríamos deducir dos cosas: que la pirámide de Micerinos fue realmente la tumba del faraón que la mandó construir y que su momia fue expoliada y robada hace siglos y quedan tan sólo pequeños guijarros de la venda y unos huesos reales diseminados por el suelo. Serían los primeros restos humanos de un posible faraón encontrados dentro de una pirámide. Los egiptólogos se frotaron las manos y empezaron las investigaciones con sus respectivas sorpresas, empezando por el hecho de que todo lo encontrado ha tenido un destino muy diferente. El sarcófago de basalto del faraón se envió un año más tarde a Inglaterra, a bordo de la goleta Beatrice, que naufragó frente a las costas de Cartagena, en España, y allí sigue hasta el momento. La tapa del sarcófago de madera, muy deteriorada, se expone en la primera planta del Museo Británico de Londres. Se realizaron análisis de este segundo sarcófago y los estudios tipológicos demostraron que databa de la época saíta, es decir, la dinastía XXVI (siglo VI a. C.), claramente reconocible debido a la forma antropomorfa de la tapa. Primer chasco.

Toca el turno a los huesos que se analizaron mediante el sistema de Carbono 14, y se confirma que no eran los de Micerino ni los de ningún faraón saíta: correspondían a un varón del siglo II d. C., es decir, de época cristiana. Segunda desilusión.

Así pues, ¿las pirámides fueron tumbas reales? ¿Qué clase de monumentos son esos que se extienden en la meseta de Gizeh construidos con millones de bloques de piedra en honor a tres faraones?

Parecen dos preguntas de Trivial Pursuit y la respuesta es fácil: son tres grandes pirámides (la única de las siete maravillas del mundo que aún se mantiene en pie), junto con la imponente Esfinge y el gigantesco complejo funerario que se extiende a lo largo de toda La meseta.

Y dos nuevas preguntas: ¿todo ese esfuerzo era para honrar la memoria de tres faraones de la dinastía 4ª? ¿Eran tres tumbas enormes a mayor gloria de tres reyes megalómanos?

En un primer momento, la historia siempre ha otorgado un carácter funerario a las tres pirámides egipcias, y eso porque en su interior se han encontrado cajas de piedra parecidas a sarcófagos, como la de granito rosa que se encuentra en el interior de la cámara del rey de la pirámide de Keops, un curioso receptáculo pétreo que es más grande que la pequeña puerta que da acceso a la estancia, lo cual obliga a suponer que se colocó antes de dar por terminada la cámara real.

Hoy en día son más los egiptólogos e investigadores en general que se inclinan por aceptar una doble finalidad en estos monumentos: no solo tendrían una clara función funeraria, sino también una misión iniciática o mística. Pero las preguntas siguen en el aire: ¿son tumbas? ¿Son lugares de enterramiento?

Veamos qué pasó con la momia del faraón Zoser de la III dinastía. En 1926, Gunn, en los trabajos de desescombro de la pirámide escalonada de Zoser, en Sakkara, encuentra en la cámara funeraria seis vértebras de una columna vertebral y parte de la cadera derecha de una momia. En 1934, Lauer y Quibell se introducen de nuevo en la cripta y encuentran la parte superior del húmero derecho, fragmentos de costilla y el pie izquierdo vendado con lino bañado en resinas. Lo más importante del hallazgo de estos restos es que la única entrada a la cámara que existía hasta entonces era un pequeño agujero practicado por los saqueadores, que imposibilita la introducción de otra momia de épocas posteriores. El estudio antropológico realizado entonces confirmó que se trataba de la momia del faraón. Eso, sumado a que la técnica de momificación del pie se ajusta a la III dinastía, no dejaba lugar a dudas sobre que la pirámide fuese la tumba del rey Zoser (Dyeser); ésos debían de ser los restos de su momia.

Se deduce así que al menos en la III dinastía esas pirámides llegaron a ser tumbas, aunque la tesis de que fueron únicamente lugares de enterramiento cada vez tiene menos partidarios por una sencilla razón inicial: apenas se han encontrado momias, ni ningún tipo de resto humano, salvo los vasos canopes, en el interior de las pirámides, lo cual no es una prueba definitiva, pues ha pasado demasiado tiempo como para que cada una de las más de cien pirámides encontradas no hayan sido saqueadas a conciencia incluso en la misma época de los faraones. A mediados de los años cincuenta el egiptólogo egipcio Zakaria Goneim descubrió una pirámide en la necrópolis de Sakkara en la que encontró un sarcófago cerrado y sellado del faraón Sekhemkhet (2700 a. C.). ¡Un sarcófago intacto de hace cinco mil años de antigüedad con un ramillete de flores sobre la tapa! Todo un acontecimiento arqueológico de primer orden. Lo abrieron y. estaba vacío. La explicación que dio Goneim es que la pirámide no era otra cosa que un cenotafio.

Nacho Ares, en su obra Egipto el Oculto (1998), cree que las pirámides pudieron convertirse en tumbas con el tiempo y que tan sólo tuvieron un carácter funerario en un segundo plano. En primer lugar, es un hecho que distintos faraones se hicieron construir varias pirámides, como le ocurrió a Esnofru, padre del rey Keops, al que se le atribuyen tres pirámides. ¿Tres tumbas? No parece lógico ni creíble.

En segundo lugar, a través de estudios comparativos que se han realizado entre pirámides y tumbas convencionales, se puede concluir que las llamadas cámaras del sarcófago, en la estructura de las pirámides, fueron construidas para albergar los restos mortales del propietario del monumento.

Las teorías más revolucionarias vienen de la mano del ingeniero Robert Bauval y de Adrian Gilbert, autores de El misterio de Orión 1995), quienes intentan demostrar el vínculo entre la constelación de Orión, la ubicación de las pirámides y el dios de los muertos Osiris, lo cual conectaría directamente la finalidad mortuoria de las pirámides con un claro propósito astronómico, que sería su principal objetivo. La orientación de sus canales y galerías está enfocada a esa constelación en la posición que debió de tener en el año 10.500 a. C. Es decir, que las tres pirámides de Gizeh reproducen en la Tierra la distribución de las tres estrellas centrales de la constelación de Orión. Y no sólo estas tres pirámides, sino también las de los faraones Diodefre, Zahaw el Ariani y Esnefru, que se corresponderían con otros tantos puntos de la misma constelación. ¿Con qué finalidad? Desde este punto de vista, las pirámides proyectarían el alma del faraón hacia su destino en las estrellas. Todo lo cual obliga a replantearnos si las pirámides llegaron a ser alguna vez tumbas, en su sentido estricto, o a reescribir la historia de Egipto de arriba abajo.

Sea como fuere, en las ciento catorce pirámides censadas y catalogadas hasta el momento no se ha encontrado aún ningún material concluyente que pueda conectarlas con una función de enterramiento, aunque sí están relacionadas con la muerte y la resurrección, por lo que es más factible suponer que tuvieron una finalidad múltiple. El error es catalogarlas todas como si tuvieran una única misión. Las pirámides atribuidas a Esnefru, Keops, Kefrén y Micerinos no sólo hay que separarlas del conjunto a causa de su envergadura y perfección, sino también porque no contienen en su interior la más leve pista de cuándo fueron edificadas, ni por quién, ni con qué motivos. Por el contrario, todas las demás pirámides están repletas de jeroglíficos, esculturas y relieves que hacen fácil su datación. Y si ello es así, también su utilidad puede ser diferente. Se han barajado teorías para todos los gustos, según la particular visión de cada investigador: servir como antenas emisoras-receptoras, como hitos geodésicos, como centros de observación astronómica, como templos iniciáticos o como archivo de conocimientos de civilizaciones desaparecidas.

Se podría decir que estas impresionantes pirámides eran sofisticados templos de poder de una secreta religión celeste que revela un conocimiento astronómico muy superior al que se venía atribuyendo a los antiguos egipcios.