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domingo, 14 de noviembre de 2010

SEGÚN CUENTA UN ANTIGUO RELATO JAPONÉS

Un belicoso Samurai desafió en una ocasión a un maestro Zen a que le explicara el concepto de cielo e infierno.

Aunque el monje respondió con desdén: "No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!".

Herido en lo más profundo de su ser, el Samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó: "Podría matarte por tu impertinencia".

-Eso, repuso el monje con calma, "es el infierno".

Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro le señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el Samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.

-Y eso, añadió el monje, "es el cielo".

Aprender es crear, adquirir y transmitir una idea o conocimiento y luego, modificar una conducta para adaptarse a esa nueva idea o conocimiento. Esta definición empieza con una verdad muy sencilla: Para que se produzca el aprendizaje, las nuevas ideas son esenciales.

A veces, las nuevas ideas se crean mediante "chispas de creatividad", o de percepción. En otras ocasiones, nos llegan desde el exterior de diversas maneras, siendo la más formal, la capacitación.

Cualquiera sea la fuente, estas nuevas ideas son las que ponen en marcha el cambio, la mejora y el desarrollo de una persona, o de un grupo de ellas.

Sólo que, las nuevas ideas o los nuevos conocimientos, por sí solos, no pueden dar lugar al aprendizaje. Si no se introducen cambios consecuentes en la forma de actuar, o de realizar un trabajo, sólo existirá un potencial de mejora.

"Nadie conoce a ciencia cierta la edad de la raza humana, aunque todos concuerdan en que es lo suficientemente vieja..., como para poder ser más sabia".

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